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Luis María Mariano

La rana y el alacrán

La rana y el alacrán

Cuando leí en los medios que el Centro Comercial e Industrial de Chivilcoy, esperaba que el gobierno peronista municipal los consultara antes de aprobar la ordenanza que permite a Supermercados Disco radicarse en Chivilcoy, recordé la fábula de “La rana y el alacrán” de Jean de La Fontaine (1621-1695) que, al introducir el empleo de animales como protagonistas en sus narraciones, presenta una forma de distanciarse de los comportamientos humanos y a su vez, estimula a la toma conciencia de sus mecanismos habituales.

La fábula relata que luego de intensas lluvias, el alacrán le dijo a una rana que nadaba: -Oye, llévame sobre tu lomo hasta tierra firme...  Si no me salvas, moriré ahogado... La rana miró al alacrán, dubitativa, y le contestó: -No... no puedo llevarte, porque si subes sobre mi lomo me picarás y moriré... -Anda, rana... ¡Sálvame! Prometo formalmente no picarte con mi aguijón... La rana asomó la verde cabeza fuera del agua y dijo: -No, no me fío de ti ... Me picarás... Eres un alacrán... -¡No! -respondió el alacrán- ¡No te picaré! ¡Lo juro! -¡Anda, sálvame! Y puedes tener mi palabra de honor de que no te picaré ... pues si lo hago moriríamos los dos. Entonces, está bien -dijo la rana convencida por la fuerza del argumento escorpiónico- acepto tu palabra, pero lo haré con esa condición. Y así fue como el alacrán montó sobre el lomo de la rana y ambos se dirigieron nadando hacia la salvación ... Y así, iban a través de aquel inmenso piélago interior, cuando de repente la rana sintió un fuerte dolor en la nuca... Era un dolor agudo, lacerante, adormecedor... Enseguida, comenzó a estremecerse... El veneno corría raudo a través de sus venas, paralizando los miembros y obnubilando los sentidos... La rana se dio cuenta de que el aguijón del alacrán había penetrado en sus carnes, inyectando el letal veneno... Ya, en el último instante de lucidez, alcanzó a musitar: -Alacrán... ¿Por qué me has picado? -La tierra firme aún está muy lejos, ahora moriremos los dos... Y mientras ambos se hundían en el agua, irremisiblemente, el alacrán alcanzó a decir: -Perdóname... No pude evitarlo... es mi naturaleza.

Los peronistas gobernando, saben perfectamente cómo implementar su histórica política. Atrás quedan sus promesas electorales de mejorar la institucionalidad, el respeto a las minorías, el diálogo como sustento de la democracia, etc. Los interminables y grandilocuentes abrazos a todo aquel que se le presenta en el camino, no es más que una mera imágen que oculta el autoritarismo y la hipocresía como que también oculta, el futuro prometido en la formidable maquinaria que es el peronismo en acción electoral.

Conoce como nadie sus limitaciones, sus restricciones y su propia naturaleza. Dialoga, cuando su interlocutor adhiere a su postura o democratiza, cuando se sabe ganador por imposición de la fuerza numérica. Pero por sobre todas las cosas, “negocia” con el poder y acrecientan sus dirigentes, su patrimonio personal.

De ahí, que no tiene reparos en cambiar de posturas, le da lo mismo ser privatistas como estatistas, nacionalizar empresas estatales como regalarlas, proteger el comercio o dejarlo librado a su suerte, bogar en contra de Disco como hace diez años o facilitar su radicación como lo hace en estos días siempre y cuando, que no se les toque su fuente de recursos electorales que son “sus desposeídos”, personas éstas que manipulan históricamente y a los que nunca van a sacar de su situación por conveniencia política propia.

El vivir en democracia como proceso político de búsqueda permanente de la igualdad con libertad y justicia, derrotará a los que viven de ella utilizando los recursos del poder como propios y según su interés circunstancial. Por otro lado, la “naturaleza” autocrática del peronismo es perfectamente advertible, leyendo entre líneas el discurso y cotejarlo con su historia, inmediatamente se percibirá la especulación personal y a la vez, la carencia de aporte beneficioso alguno al conjunto de la sociedad. Es, como visualizar una rana nadando, con un alacrán a cuestas.

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